
Temporalmente este espacio de expresión estará cerrado, hasta que se les ocurra regresar a todos esos sentimientos que emigraron: la inspiración, las ganas, la creatividad, la alegría...
Algún día llegará mi Príncipe CAP. 1.
Érase una vez una princesita delicada de cabellos dorados, llamada Victoria, que creía de todo corazón en los cuentos de hadas y en la eterna felicidad de las princesas. Tenía una fe absoluta en la magia de los sabios, en el triunfo del bien sobre el mal y en el poderoso amor capaz de conquistarlo todo. En realidad, toda una filosofía basada en la sabiduría de los cuentos de hadas.
Uno de sus primeros recuerdos de la infancia eran sus baños de espuma, que le daban una apariencia cálida y sonrosada, tras los cuales se acurrucaba bajo su edredón de plumas rosa entre un montón de suaves almohadas dispuesta a escuchar las historias sobre hermosas doncellas en peligro que le leía la reina antes de dormir. Vestidas con andrajos o bajo el hechizo de un sueño de cien años, cautivas en una torre o víctimas de una catástrofe, siempre conseguían las rubias doncellas ser rescatadas por un príncipe valiente, apuesto y encantador. La princesita memorizaba cada palabra que su madre pronunciaba y, noche tras noche, se quedaba dormida tejiendo maravillosos cuentos de hadas en su imaginación.
—¿Algún día llegará mi príncipe?, —le preguntó una noche a la reina abriendo sus maravillosos ojos ámbar llenos de asombro e inocencia.
—Sí, cariño —le contestó la reina—, algún día.
—¿Y será alto, fuerte, valiente, apuesto y encantador?, —le preguntó la princesita.
—Desde luego que sí. Tal y como lo has soñado e incluso más, pues será la luz de tu vida y tu razón de ser, ya que así está escrito.
—¿Y viviremos felices para siempre como en los cuentos de hadas?, —le volvió a preguntar como si estuviera soñando, inclinando la cabeza y apoyando las manos en la mejilla.
La reina, acariciando el pelo de la princesita con suavidad y cariño, le contestó:
—Igual que en los cuentos de hadas. Y ahora a dormir, que ya es hora. —Le dio un cálido beso en la frente y se marchó de la habitación, cerrando la puerta con gran sigilo.
—Ya puedes salir, no hay peligro, —susurró la princesita inclinándose a un lado de la cama y levantando uno de sus volantes para que Timothy Vandenberg III pudiera salir de su escondite—. Venga, chico, —le dijo.
Su peludo amiguito saltó a la cama y fue a ocupar su sitio de costumbre junto a ella. En realidad, no se parecía a Timothy Vandenberg III sino a un chucho corriente, aunque la princesita lo amaba como si se tratara del más regio de los perros de la Corona. Le dio un efusivo abrazo y de ese modo, felices y contentos, se quedaron dormidos.
Cada día la princesita se maquillaba con los coloretes de la reina, se vestía con uno de sus trajes de noche y se ponía sus zapatos de tacón, imaginándose que eran zapatos de cristal. Arrastrando por el suelo la enorme falda, se paseaba por la habitación moviendo las pestañas con coquetería, mirando con dulzura y diciendo:
—Siempre he sabido que vendrías, mi querido príncipe. En verdad, sería para mí un gran honor ser tu esposa. —Luego, representaba las escenas de rescate de su cuento de hadas favorito, recitando las estrofas de memoria.
La princesita se preparaba con gran afán antes de la llegada de su príncipe y nunca se cansaba de interpretar su papel. A los siete años, sabía mover las pestañas, mirar de forma coqueta y aceptar propuestas de matrimonio a la perfección.
Durante la cena, y tras haber formulado la princesita su deseo en secreto y haber apagado las velas de su tarta de cumpleaños rellena con dulce chocolate, la reina se levantó y le entregó un paquete envuelto con gran esmero.
—Tu padre y yo pensamos que tienes ya edad suficiente como para apreciar este regalo tan especial. Ha pasado de madres a hijas durante muchas generaciones y yo tenía tu misma edad cuando mi madre me lo entregó el día de mi cumpleaños. Esperamos que un día tú también puedas dárselo a tu hija.
La reina puso el paquete en las manos de su hija, quien, con gran expectación, desató la cinta y el lazo aunque sin precipitarse, pues así podría, siguiendo su costumbre, añadirlos intactos a su colección. Después, quitó el papel que lo envolvía sin romperlo y dejó al descubierto una antigua caja de música con dos estatuillas en la parte superior que representaban a una elegante pareja en posición de vals.
—¡Oh, mira —exclamó rozando con sus dedos las estatuillas—, es una doncella rubia con su príncipe!
—Ponla en marcha, princesa, —dijo el rey.
Con cuidado de no darle demasiado fuerte, giró la pequeña llave y, al instante, el campanilleo de
la canción: «Algún día llegará mi príncipe» se extendió por la habitación y la elegante pareja
comenzó a dar vueltas y más vueltas.
—¡Mi canción favorita!, —exclamó la princesita.
La reina estaba encantada
—Es un presagio de tu futuro. Una prueba de lo que va a ocurrir.
—Me gusta mucho —contestó la princesita fascinada por la música y las estatuillas—, ¡gracias!, ¡gracias!
Victoria sólo esperaba el momento de subir a su habitación esa noche para jugar a solas con la caja de música y, a la vez, para poder hablar y compartir sus sueños con Vicky, su mejor amiga, aunque el rey y la reina insistieran en decirle que era imaginaria.
—¡Date prisa, Victoria! —le dijo Vicky con gran excitación tan pronto como se cerró la puerta —, ¡ponla en marcha!
—Ya voy, —contestó Victoria, poniendo la caja de música en su mesilla y haciendo girar la llave.
Vicky comenzó a tararear «Algún día llegará mi príncipe» mientras su música llenaba toda la habitación.
—Venga, Victoria, vamos a bailar,— le dijo.
—No sé si deberíamos hacerlo, creo que...
—Piensas demasiado. ¡Venga!
La princesita se colocó delante del gran espejo de bronce situado en una esquina de su habitación blanca y rosa. Siempre que se miraba en él, el reflejo que le devolvía le hacía sentirse tan bonita que le daban ganas de bailar. En ese instante, con la música de fondo, no pudo resistirlo. Comenzó a dar vueltas con gran elegancia a un lado y a otro, inclinándose hacia abajó y hacia arriba en una espiral mientras se dejaba llevar por un sentimiento que procedía de lo más profundo de su ser. Timothy Vandenberg III bailaba también, a su manera, jugueteando y dando vueltas sin cesar
La sirvienta entró a preparar la cama como era su deber, pero se lo estaba pasando tan bien mientras la veía bailar con tanta alegría, que le costó más de lo habitual terminar su tarea.
De repente, la reina apareció por la puerta. La sirvienta no supo cómo reaccionar pues la había descubierto contemplando a la princesita en vez de atender a sus obligaciones.
Timothy, sintiendo al instante la presencia de la reina, se escondió debajo de la cama para ponerse a salvo.
Sin embargo, tan concentrada estaba la princesita con su baile que no se dio cuenta de la presencia de la reina hasta que le oyó decir a la sirvienta que se retirase. Se quedó paralizada en medio de uno de sus mejores giros.
—De verdad, Victoria —dijo la reina—, ¿cómo has podido hacer algo tan indecoroso?
La princesita se sintió humillada. ¿Cómo podía ser tan malo algo tan maravilloso?, se preguntaba.
—Si deseas bailar —le dijo la reina—, debes aprender a hacerlo bien. El Estudio Real de Teatro cuenta con magníficos instructores de ballet, una actividad mucho más digna que moverse de un lado para otro sacudiendo los brazos igual que una humilde plebeya y delante de uno de ellos, ¡ni más ni menos!
En ese momento, la princesita se prometió a sí misma no volver a bailar su canción «Algún día llegará mi príncipe» delante de nadie más en toda su vida, salvo en presencia de Timothy pues él era diferente. Desde que se lo encontró merodeando por los alrededores de palacio, hambriento y abandonado, le había confiado sus más íntimos secretos y él siempre le había correspondido con cariño, a diferencia de otras personas que conocía.
La reina se calmó y se quedó a hacer compañía a su hija mientras se bañaba esa noche. Le ayudó a ponerse su camisón lila de mangas abultadas y luego se sentó a su lado en la gran cama con dosel de encaje blanco.
Cogió el libro de cuentos de hadas que estaba encima de la mesilla y comenzó a leer en voz alta.
Muy pronto la princesita se vio de nuevo envuelta en el mundo mágico de la eterna felicidad. Se acomodó plácidamente, y el incidente anterior que tanto le había desconcertado se borró de su mente por completo.
Pero eso no te debe preocupar, siempre habrá a quien no le gusta como somos, no te vuelvas una persona triste o abatida por ese tipo de amistades, deja pasar el tiempo que es el mejor juez y verás que las cosas caerán por su peso…
Hablaba con una amiga tomando un café: “Mira, haga lo que haga, trato de ser buena persona con todos y sobre todo con ella, porque trabajamos juntas. Pero a mis espaldas siempre habla mal de mí, y eso me duele, ¿qué hago?”
Mejor, para bien de tu salud mental y espiritual, busca otro grupo de amigos donde no haya tanta intimidad, donde la amistad sólo sea por trabajo o algo eventual, así tendrías tiempo de escoger y ver con mejores ojos donde depositas tu confianza.
Es mejor alejarse de quien habla de ti a tus espaldas, de quien cuando surge la oportunidad te despelleja. Esa compañía no puede hacerte bien, no es buena. Seguramente sea una persona que no se siente satisfecha con su propia vida y carga su frustración contra ti. Casi siempre son personas solitarias que no encuentran nada mejor que hablar mal de las personas a espaldas de ellas.
En lo personal prefiero a alguien que me diga directamente lo malo que puedo tener, para así intentar ser una mejor persona, y mejor amiga. Hay que tratar de no herir con nuestras palabras a los demás, mira que bien dicha está la frase “lo que sale de tu boca es lo que tu corazón siente”. Si estás en esta situación, con una amiga hablando mal de ti a tus espaldas, es mejor dejarla, alejarte de ella, y pedir que Dios la haga cambiar o será una mala persona hoy y mañana. O mejor yo no la llamaría amiga.
Era un JEFE único porque tenía varias empleadas que lo habían seguido de restaurante en restaurante. La razón por la que las empleadas seguían a Pepe era por su actitud.
Él era un motivador natural: si un empleado tenía un mal día, Pepe estaba ahí para decirle al empleado como ver el lado positivo de la situación. Ver este estilo realmente me causó curiosidad, así que un día fui a buscar a Pepe y le pregunte:
- No lo entiendo... no es posible ser una persona positiva todo el tiempo ¿cómo lo haces?...
Pepe respondió:
- Cada mañana me despierto y me digo a mi mismo, Pepe, tienes dos opciones hoy: puedes escoger estar de buen humor o puedes escoger estar de mal humor. Escojo estar de buen humor.
- Si, claro, pero no es tan fácil, protesté.
- Si lo es. Dijo Pepe.
- Todo en la vida es acerca de elecciones. Cuando quitas todo lo demás, cada situación es una elección.
"Tu eliges como reaccionas ante cada situación, tu eliges como la gente afectará tu estado de ánimo, tu eliges estar de buen humor o mal humor".
"En resumen, TU ELIGES COMO VIVIR LA VIDA".
Me encontré con Pepe seis meses después del accidente y cuando le pregunte como estaba, me respondió:
- Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo".
Le pregunté que paso por su mente en el momento del asalto.
Contesto:
- Lo primero que vino a mi mente fue que debí haber cerrado con llave la puerta de atrás. Cuando estaba tirado en el piso, recordé que tenía dos opciones:
- Podía elegir vivir o podía elegir morir. Elegí vivir.
- ¿No sentiste miedo? Le pregunté.
Pepe continuo:
- Los médicos fueron geniales. No dejaban de decirme que iba a estar bien. Pero cuando me llevaron al quirófano y vi las expresiones en las caras de los médicos y enfermeras, realmente me asuste. Podía leer en sus ojos: Es hombre muerto. Supe entonces que debía tomar una decisión.
- ¿Qué hiciste? Pregunté.
- Bueno, uno de los médicos me pregunto si era alérgico a algo y respirando profundo grite: - Si, a las balas - Mientras reían, les dije: estoy escogiendo vivir, opérenme como si estuviera vivo, no muerto.
Pepe vivió por la maestría de los médicos, pero sobre todo por su asombrosa actitud. Aprendió que cada día tenemos la elección de vivir plenamente, la ACTITUD, al final, lo es todo.
Recuerda, sólo se frustran aquellos que dejan de ver la parte positiva de sus resultados y de la vida...
1. Cada mañana, cuando te levantes,
pedirás a Dios el don de la alegría.
2. Incluso en las adversidades mantendrás la calma
y la cara sonriendo.
3. En el silencio de tu corazón siempre tendrás presente
que Dios te quiere y que Él siempre te acompaña.
4. Una y otra vez, dedicarás tu mirada a observar
y admirar las buenas cualidades de los otros.
5. Sin ningún miramiento,
siempre alejarás de tu vida la tristeza.
6-. Evitarás las quejas y las críticas:
no hay nada que sea tan deprimente.
7. Te esforzarás en tu trabajo y en tus obligaciones
con el corazón gozoso y alegre.
8. Siempre ofrecerás a los visitantes
una acogida afable y benévola.
9. Alejarás de tí los sufrimientos
y pensarás como hacer llegar la alegría a los otros.
10. Repartiendo alegría, ten seguro
que también la obtendrás para ti mismo.
Un día la profesora preguntó a los niños quien sabía explicar que era el Amor.
Uno de los niños levantó la mano y dijo: “Amor es cuando los papás no regañan y se achuchan”
La profesora, buscando màs respuestas, fue más lejos: “¿Cómo sabéis que el Amor existe si nunca lo habéis visto?”
Todo la clase quedó en silencio…
Pedro, el más pequeño, levantó la mano y dijo: “Mi madre dice que el Amor es como el azúcar en la leche que me hace todas las mañanas, yo no veo el azúcar que está dentro de la taza mezclada con la leche, pero si no le echo, no tendría sabor… El amor existe, está siempre en medio de nosotros sólo que no lo vemos, pero si no existiera, nuestra vida quedaría sin sabor”
La profesora sonrió y dijo: “Muy bien Pedro, os enseño muchas cosas, pero hoy tú me has enseñado algo más profundo que todo lo que yo ya sabía. ¡Ahora sé que el Amor es el azúcar y que está todos los días endulzando nuestra vida!”
Le dio un beso y salió emocionada.
La sabiduría no está en el Conocimiento, sino en la vivencia de nuestras vidas. Teorías existen muchas, pero dulzura como la del Amor poca.
No te olvides de echar azúcar a tu vida…
El día de tu nacimiento, cuando solo sabías llorar, recibiste mil besos y caricias, pero también un libro con las hojas en blanco, sin estrenar:
¡EL LIBRO DE TU VIDA!
Desde aquel instante comenzaste a escribir la historia de tu vida. Ya llevas varias páginas.
- ¿Qué has escrito hasta ahora?.
A veces escribimos y escribimos y nunca ojeamos las páginas escritas.
Toma el libro de tu vida y repásalo durante unos minutos. Tal vez encuentres capítulos o páginas que te gustaría besar, algunas escenas te harán llorar, y al abrir alguna página amarilla o reciente, te entraran ganas de arrancarla. Se ve negra con salpicaduras de tinta.
Pero Pilatos te diría: ¡Lo escrito, amigo, escrito está!.
Tú lo has escrito con tu puño y letra. No con la tinta de una “bic” o de una pluma, sino con la tinta de tu libertad.
“Tú mismo has forjado tu propia aventura”, decía el manco Lepanto.
“Porque veo al final de mi duro camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino” sentencia Amado Nervo, quien prefiere la metáfora del arquitecto.
No arranques esas páginas, pide perdón si cometiste un error, para que así se borren todos tus garabatos y así podrás continuar escribiendo tu historia mejor que ayer.
¿Por qué no almacenar el libro de tu vida entre los Best Seller del mundo?.
Aprovecha tu tinta porque tarde o temprano se te va acabar, y ¡no se venden repuestos ni en los kioscos ni en las librerías!
La vida es una y se vive una sola vez. La muerte cerrará tu libro.
Y al final solo pedirán tu libro, y alguien lo leerá o lo pasará en vídeo, como las aventuras.
Todos somos arquitectos y novelistas, así que, borrón y cuenta nueva.
¿ Y tu cuando piensas comenzar Tu Best Seller ?.
Dicen que cuando se acerca fin de año los ángeles curiosos se sientan al borde de las nubes a escuchar los pedidos que llegan desde la tierra.
- ¿Qué hay de nuevo? -pregunta un ángel pelirrojo, recién llegado.
- Lo de siempre: amor, paz, salud, felicidad...- contesta el ángel más viejo.
- Y bueno, todas esas son cosas muy importantes.
- Lo que pasa es que hace siglos que estoy escuchando los mismos pedidos y aunque el tiempo pasa los hombres no parecen comprender que esas cosas nunca van a llegar desde el cielo, como un regalo.
- ¿Y qué podríamos hacer para ayudarlos? - Dice el más joven y entusiasta de los ángeles.
- ¿Te animarías a bajar con un mensaje y susurrarlo al oído de los que quieran escucharlo? - pregunta el anciano.
Tras una larga conversación se pusieron de acuerdo y el ángel pelirrojo se deslizó a la tierra convertido en susurro y trabajó duramente mañana, tarde y noche, hasta los últimos minutos del último día del año.
Ya casi se escuchaban las doce campanadas y el ángel viejo esperaba ansioso la llegada de una plegaria renovada. Entonces, luminosa y clara, pudo oír la palabra de un hombre que decía:
- "Un nuevo año comienza. Entonces, en este mismo instante, empecemos a recrear un mundo distinto, un mundo mejor: sin violencia, sin armas, sin fronteras, con amor, con dignidad; con menos policías y más maestros, con menos cárceles y más escuelas, con menos ricos y menos pobres.
- Unamos nuestras manos y formemos una cadena humana de niños, jóvenes y viejos, hasta sentir que un calor va pasando de un cuerpo a otro, el calor del amor, el calor que tanta falta nos hace.
- Si queremos, podemos conseguirlo, y si no lo hacemos estamos perdidos, porque nadie más que nosotros podrá construir nuestra propia felicidad".
Desde el borde de una nube, allá en el cielo, dos ángeles cómplices sonreían satisfechos.
autor Pancho Aquino
¡¡¡FELIZ AÑO 2011 para todos!!!.